I
Tuvimos la suerte de coincidir en varias ocasiones
con una pareja encantadora en la cafetería de moda del barrio en donde
vivíamos. Jorge tenía aproximadamente unos treinta y cinco años y Paula no
llegaba a los treinta y dos. Jorge, licenciado Madrileño se crio en un barrio
periférico, hijo de tabernero. Paula, ingeniera, nació y vivió en Bogotá hasta
hacía un año, hija de empresario. Uno no tenía nada que ver con el otro, él era
extrovertido, malhablado, misógino, desconfiado, con mal carácter, gracioso
cuando quería y ella era tímida, pequeña, de piel muy blanca, pelo negro, con
labios gruesos rojos, cariñosa, poco expresiva pero sonriente, dulce y
aparentemente inteligente.
En uno de esos encuentros casuales en el local nos
invitaron a cenar en la misma cafetería, de noche se convertía en un romántico
restaurante con velas en las mesas, luz atenuada y música clásica. Era viernes
y él sabía que todos los viernes allí se podía cenar bebiendo gratis todo el champagne
que el cliente fuera capaz de ingerir. Cenamos bien y a gusto, Misleidy
se fijó en el escote de Paula, tal vez excesivo?, balbuceó. Esta cena fue el
inicio de una buena amistad. Así, Misleidy y Paula intercambiaron sus
teléfonos, sus cuentas de facebook y las de twitter, su relación se iría
acrecentando día a día. Jorge me brindó directamente su amistad de forma
expresa, se confesó admirador mío y que le encantaba charlar conmigo, eres un
tipo excepcional, me repetía cada vez que nos saludábamos con un abrazo. En
realidad entre Jorge y yo no había nada en común, todo lo contrario, éramos
radicalmente distintos, pero necesitaba demostrar a mi mujer que yo tenía
capacidad para hacer y mantener amigos, en contra de lo que ella me solía
reprochar. De esta forma creamos una nueva relación, de hecho ellos eran
nuestros mejores amigos.
Misleidy y yo siempre hemos mantenido una
convivencia especialmente sana y algo más que sincera, una relación
verdaderamente cómplice. En nuestro matrimonio nunca ha faltado la libertad
para entrar y salir. Años atrás lejos de nuestro ambiente habitual y de mutuo
acuerdo, tal vez favorecido por mí, nos adentramos en el mundo swinger, es
decir, frecuentamos clubs de ambiente liberal, fiestas liberales, portales y chats
swinger, organizamos citas eróticas con chicas y parejas afines. Fueron experiencias nuevas, un nuevo mundo lleno de descubrimientos, nosotros mismos no sabíamos en aquel momento hasta donde podíamos llegar, aunque el camino tuvo varios tropiezos. Por una parte fue excitante pero
a la vez también problemático, no es fácil adaptarse a no sentir celos mientras
tu mujer chupa con ganas una polla gorda mejor que la tuya a otro hombre más joven y
más guapo. Con el trascurrir de los encuentros me di cuenta que lo mejor era cruzar el límite y adentrarme con ella en aquellas situaciones resbaladizas, acabé imitándola probando a gozar de lo que ella gozaba, me gustó, lo cual facilitó mucho las
cosas. Por otra parte, esos comienzos tuvieron momentos de crisis, de idas y
vueltas, entrando y saliendo del mundo liberal periódicamente. Casi con toda
seguridad motivado por la inexperiencia e inseguridad de ambos y aunque íbamos
superándolo a Misleidy le causaba desconfianza.
II
En uno de nuestros encuentros invitamos a nuestros
amigos a cenar en casa. Por algunos comentarios de Jorge, por la ropa que lucía
Paula cuando salimos con ellos, por sus chistes viciosillos, por ciertos
piropos de Jorge hacia Misleidy y por el inesperado regalo de un precioso tanga
de la marca Vitoria-Secret traído de New York, pensamos que Jorge y Paula eran
pareja swinger como nosotros. La cena ligera trascurrió con toda normalidad y
una vez acabamos jugamos una larga partida de póker. La conversación alternó de
un tema al otro sin centrarnos en ninguno en particular, pero lo más llamativo
fue la incómoda y pesada postura intransigente, machista y especialmente
conservadora que mantuvo Jorge durante toda la noche, sinceramente, este chico
no parecía el mismo con el que habíamos coincidido tantas veces. Sin embargo,
nosotros no dimos por perdida la noche. Una vez solos en casa alimentamos
nuestro sexo con multitud de fantasías con Paula y Jorge, Misleidy disfrutaba
con la idea de desnudarla, de tocarse ellas dos los pechos rozando pezón contra
pezón, de masturbarla mientras me pedía que masajeara el pene de Jorge, que se
lo chupara, le encantaba imaginarse mamándosela a él mientras yo penetraba a
Paula y así todo un repertorio de imágenes de gran contenido morboso y lésbico.
III
Aquella cena dio pié a organizar una excursión al
Monasterio de Silos, así pues, Misleidy y Paula se pusieron manos a la obra y
tres semanas después de la cena pasamos un agradable Domingo en Silos. La
jornada transcurrió sin incidentes excepto por la llamativa cercanía física que
mantuvo Paula junto a mí y excepto por unos detalles que protagonizó Jorge.
Saliendo del restaurante por unas amplias escaleras Jorge le dio una palmada en
las nalgas de Misleidy a lo que ella contesto, que rico, deberías hacérmelo con
más frecuencia, si, si, dijo Paula, a
ver si se le pasa la calentura que tiene. Una vez acordamos regresar, Jorge
insistió una y otra vez que Misleidy
podría ir en su coche, así Paula y tu podríais hablar de vuestras cosas,
le decía, sin embargo, dejó de insistir al acceder Paula, con una sonrisa, a mi
propuesta de que viajar solitos en el mío. La actitud de Jorge, nos dejó algo
sorprendidos, qué querrá este chico, será swinger o tan solo va a su rollo?, se
pregunta en voz alta Misleidy mientras
entrabamos en nuestro auto, no lo sé, le contesté.
(Autor/a: el
nombre de la otra chica y el chico son ficticios) (reservados todos los
derechos)
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